La Tierra de Israel (en hebreo: ארץ ישראל Erets Yisrael) es un término histórico empleado en las tradiciones judía y cristiana para referirse a los antiguos reinos de Judá e Israel, es decir, al territorio de los antiguos israelitas. La Tierra de Israel recibe también el nombre de la Tierra Prometida por los judíos. Los cristianos usan a menudo la denominación Tierra Santa.
La Tierra de Israel ha sido conocida como Palestina (a veces incluyendo zonas de Jordania, Siria y Egipto) desde la época romana hasta el presente. Antes de la victoria romana el territorio se llamaba Judea y Samaria. Roma cambió su nombre por el de Palestina después de expulsar a los judíos que iniciaron la Diaspora. Hoy día en el Estado de Israel se sigue utilizando el concepto asociándolo a su historia nacional tal como refleja el nombre del Museo de Historia del pueblo judío en Tel Aviv: Eretz Israel.
Raíces históricas
La antigua tierra de Canaán, situada al suroeste del llamado Creciente Fértil, fue desde la antigüedad, tierra de tránsito y punto intermedio entre las florecientes civilizaciones del río Tigris y el Éufrates, por un lado, y el valle del Nilo por el otro. La región estuvo dividida en pequeñas ciudades-estado o reinos locales independientes, como Moab, Edom, Judá, Israel, Aram o Fenicia, que hubieron de hacer frente a las sucesivas invasiones tanto de imperios limítrofes (Egipto, Asiria o Babilonia), como de nómadas arábigos o los Pueblos del Mar como los filisteos. En esa tierra vieron la luz dos de los mayores hitos de la civilización occidental: el alfabeto semítico, origen de muchos alfabetos antiguos y modernos, y un monoteísmo del que proceden las religiones abrahámicas, extendiéndose ambos logros por todo Occidente. También vio nacer las primeras ciudades del mundo (como Jericó), hace siete mil años, en plena revolución neolítica, así como uno de los primeros puertos del mundo, la antigua Jaffa.
La Tierra de Israel ha sido sagrada para el pueblo judío desde tiempos bíblicos, albergando los lugares más sagrados del judaísmo. De acuerdo con la Torá, fue prometida por Yahveh a los tres Patriarcas del pueblo judío como su patria;[21][22] algunos estudiosos han situado este período en los inicios del segundo milenio a. C.[23] En tiempos de Akenatón (c. 1350 a. C.) existían numerosas tribus hebreas situadas en la ribera oriental del río Jordán, tratando de cruzarlo y asentarse en las tierras más fértiles de la ribera occidental. En los últimos tiempos de Ramsés II, con Canaán dividida entre egipcios e hititas, nuevas tribus hebreas llegaron a orillas del Jordán. Varias de ellas se aliaron para invadir Canaán, realizando esta coalición a la manera tribal, identificándose como los descendientes de los hijos de Jacob, Yisra'el, nieto del patriarca Abraham, por lo que se autodenominaron hijos de Israel.
Estas tribus hebreas, que tenían el mismo origen que los amorreos y hablaban un dialecto de la misma lengua semítica que ya se hablaba en Canaán, cruzaron el río Jordán alrededor del año 1240 a. C. y conquistaron Jericó, desde donde se extendieron por las regiones montañosas de la zona, adoptando el alfabeto semítico y muchos otros aspectos de la cultura cananea. Según la versión tradicional, a finales del siglo XI a. C. Saúl estableció el primero de una serie de reinos israelitas en Canaán, los cuales la gobernarían intermitentemente durante los siguientes mil años.[24] Hacia el año 1000 a. C. se establecieron dos reinos, Israel y Judá, que llegaron a formar una monarquía unida en oposición militar a los filisteos y otros pueblos limítrofes. Según la historia tradicional basada en las Escrituras, este reino unificado fue gobernado por los reyes David y Salomón antes de su separación definitiva (en el año 924 a. C.); la estela de Tel Dan es aceptada generalmente como la más antigua (y única hasta la fecha) evidencia arqueológica de la existencia de la dinastía de David.[25]
Posteriormente, bajo los sucesivos dominios extranjeros de Asiria, Babilonia, el Imperio aqueménida, Macedonia, y el Imperio seléucida, la presencia de judíos se vio sustancialmente disminuida a consecuencia de las sucesivas expulsiones de que fueron objeto. El pueblo de Israel fue independiente tan sólo tres veces después del exilio babilónico: la primera ocasión fue durante el dominio seléucida, cuando surgió la dinastía asmonea, una oligarquía formada por la familia sacerdotal de los Macabeos. La dinastía asmonea consiguió liberarse del yugo seléucida y gobernó al pueblo judío a lo largo de un siglo, desde el año 164 a. C. hasta el 63 a. C., cuando el país fue sometido a Roma por Pompeyo. La segunda etapa independiente se produjo durante la Primera Guerra Judeo-Romana (66-73), cuando los judíos se sublevaron por primera vez contra Roma (instaurada ya en imperio). Durante esta guerra se produjo la conquista de Jerusalén y la destrucción del Segundo Templo, así como la muerte de más de un millón de judíos y el origen del éxodo de muchos supervivientes.
El último momento de plena independencia del pueblo judío fue el breve período de la rebelión de Bar Kojba. Durante tres años (132-135) las fuerzas judías resistieron al Imperio romano, hasta que finalmente la revuelta fue aplastada por el emperador Adriano. El fracaso de la revuelta ocasionó la expulsión definitiva de los judíos del país y la reconstrucción de Jerusalén como colonia romana con el nombre de Aelia Capitolina. Una vez destruido el Estado judío y exiliada la mayor parte de su población, los romanos cambiaron intencionadamente la denominación del país, que pasó a denominarse Siria Palestina o simplemente Palestina, un nombre derivado de los antiguos adversarios de los judíos, los filisteos. Curiosamente la Mishná y el Talmud, dos de los textos más importantes del judaísmo, fueron escritos en el exilio a partir de esta época.[26]
Edades Media y Moderna
Tras la división del Imperio romano, Palestina estuvo bajo el dominio de Bizancio hasta el año 639, en que se produjo la conquista árabe. La dinastía Omeya (661-750), a pesar de los muchos problemas que la complejidad social y étnica del territorio que dominaban planteaba, no registró ni grandes problemas nacionales (entre las distintas etnias del imperio, y especialmente entre los árabes y las demás) ni tampoco choques entre comunidades religiosas, ni entre los no musulmanes y el poder central.[27][28] El califato Abasí (750-1258), también conocido como Califato de Bagdad, sucedió al omeya, siendo substituido finalmente por la dinastía Selyúcida (1071).
Entre 1096 y 1244 motivados por el fervor religioso, la pérdida de poder bizantino ante los turcos y la imposibilidad de peregrinar a Jerusalén, la nobleza europea promovió varias Cruzadas. La Primera Cruzada tuvo lugar en 1099 y finalizó con la conquista de Jerusalén y el establecimiento de cuatro Estados Cruzados en oriente medio, entre ellos el Reino de Jerusalén. Durante la toma de Jerusalén los cruzados realizaron una cruenta matanza, que no respetó judíos ni musulmanes.[29] A lo largo de las siguientes décadas de dominio cristiano se produjo el asentamiento de colonos europeos, sobre todo italianos y francos y un notable incremento comercial impulsado por las Repúblicas marítimas. La ciudad de Jerusalén fue conquistada en el año 1187 por Saladino, fundador de la dinastía Ayubí, en aquel momento sultán de Egipto y Siria. La Tercera Cruzada permitió la supervivencia del Reino de Jerusalén, si bien fue confinado a una estrecha franja de tierra próxima a la costa. La dinastía Ayubí fue substituida por la de los Mamelucos en 1250, quienes con la toma de Acre en 1291 acabaron con el Reino de Jerusalén.
En 1517 la región fue sometida por el Imperio otomano, cuya dominación se prolongó cuatro siglos (hasta 1917), durante los cuales fue parte del vilayato Damasco-Siria, una de las muchas provincias otomanas. Pese a todo, siempre se mantuvo una exigua comunidad judía, que fluctuó considerablemente a través de los siglos. En 1881, respecto a una población total estimada de 470.000 habitantes, vivían en la zona de 20.000 a 25.000 judíos, con una presencia principal en Jerusalén, donde hacia 1884 eran una de las etnias mayoritarias, hasta llegar a ser en 1896 mayoría absoluta.
Diáspora e inmigración
Después de diversas sublevaciones, los romanos destruyeron Jerusalén y obligaron a casi la totalidad de los judíos a huir de Israel, comenzando un largo periodo de exilio conocido como Diáspora. Los judíos de la diáspora anhelaron regresar a Israel durante siglos. Por ejemplo, en 1141 el sefardí Yehuda Halevi realizó un llamamiento a los judíos para regresar a Eretz Israel, efectuando él mismo el regreso a Sión, donde encontró la muerte. Un siglo después, el rabino español Nahmánides emigró a Jerusalén y desde entonces se mantuvo una presencia constante de judíos, especialmente en Jerusalén. El también sefardí Yosef Caro emigró a la gran comunidad judía de Safed en 1535. Oleadas migratorias tuvieron lugar, por ejemplo, en el periodo 1209-1211. Fue también famosa la «aliyá de los rabinos de Francia e Inglaterra» hacia Acre en 1258 y 1266. En 1260 Jehiel de París emigró a Acre junto a su hijo y un numeroso grupo de seguidores. Pequeñas olas migratorias judías tuvieron lugar durante el siglo XVIII, como la de Menachem Mendel de Vitebsk y 300 de sus seguidores, Judah he-Hasid y alrededor de 1000 discípulos y más de 500 discípulos (y sus familias) de Gaón de Vilna conocidos como Perushim. Oleadas de estudiantes rabínicos inmigraron en 1808-1809, aséntandose en Tiberíades, Safed y después en Jerusalén.
En 1860, la antigua comunidad judía de Jerusalén comenzó a construir barrios de viviendas fuera de los muros de la Ciudad Vieja. En 1878, se fundó el primer asentamiento agrícola moderno en Petaj Tikva
La capital, sede del gobierno y mayor ciudad del país es Jerusalén, el principal centro económico y financiero se encuentra en Tel Aviv y el mayor centro industrial se localiza en Haifa.
Fuente Wikipedia